Nicolás del Hierro - [Poeta Espanhol]
“Toda la soledad es tuya” (Biblioteca de Autores Manchegos) y “Antología de la Poesía Cósmica de José Hierro y Nicolás del Hierro” (40 poemas de cada uno, México, 2004), además de una muestra de cinco poetas manchegos (“Como agua de lluvia”) y la participación en numerosas antologías colectivas. En la era de los premios, está en posesión de casi un centenar de los mismos, pero la distinción que más estima es la que elevó en acuerdo el pleno del Ayuntamiento de su villa natal (Piedrabuena) al crear, el 17 de abril de 1997, un premio con su nombre para galardonar un libro de versos, ya en su décima convocatoria. Es cofundador de la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha, de la que es Vicepresidente, desempeñando este mismo cargo en la Asociación Castellano-Manchega de Escritores de Turismo.
(poemas inclusos)
¿QUÉ VE DETRÁS DE TANTA LUZ?
(Ante la fotografía que Manuel Ruiz Toribio (Agencia Efe) hizo a Ramón. Hombre centenario de Aldea del Rey)
Nace y crece la vida en su mirada,
ojos que van al interior del hombre,
al alma de las cosas que son nuestras.
Cuando nos mira, noble se dispone
la entraña de la tierra a ser latido;
palpitación que surge a los acordes
de una música existencial y dura,
que al dios de los humanos predispone
frente a la inevitable incertidumbre
de su constelación y a los albores
con que la sociedad traza sus duelos.
¿Qué nos revela el brillo cuando expone
esta mirada el curso de su historia?
Humilde, no demanda. Sí interpone
un reto interrogante, una llamada.
¿Qué ve detrás de tanta luz? ¿Qué brote
de sinrazón empapa las conciencias
para que el sentimiento nos devore?
Ojos que no denuncian, pero calan
(largos faros de luz vindicadores)
en las cavernas cóncavas del alma.
Saben cuánto dolor, crecido en hombre,
guarda la desazón de estas arrugas
porque el ensueño anida en los quiñones
con que, en su piel de larga sementera,
mil arados de vientos y de soles
cincelaron el rostro, y en la entraña
le habitó un largo pez de sinsabores,
que hoy emana en sus ojos, en su rostro
centenario de esfuerzos y perdones.
Nos mira con dolor; con amor mira.
Sabe que somos fruto de su goce,
del esfuerzo que un día fue su causa,
y se siente feliz en los albores
de un tiempo sin final, una parcela
ignota y sorprendente donde el hombre
sea, a ejemplo del árbol machadiano,
“un tronco carcomido que da flores”.
INDÓMITAS PAVESAS
Junto a tu piel mi piel atormentada:
un bálsamo caliente que se incendia,
indeleble y atónito, silente,
sobre un tiempo de rosas sin destino.
No sé ni cómo diluir esta tormenta
que dibuja su rayo como un piélago.
Me sentencia la tarde,
esta tarde que fragua mi condena,
impertérrita un tiempo,
con el calor ingente de las formas.
Y tuvo que llegar el alborozo,
la prenda incalculable
que desnudó el por qué de los latidos.
Pasto fui de tu llama, encina
que tu fuego dejó para el soporte
de indómitas pavesas.
Deberá ser el alba quien decore el camino;
así, la luz, pondrá las mariposas
de nuevo por los pétalos
heridos de la entraña, el polen
epidérmico, aquél
que un día cosecharan las libélulas.
Puede que así la química decore
el escenario oculto del consuelo
y, actores otra vez, por la palabra,
hallen las candilejas su discurso.
Basta ponerle título a la escena.
EL VINO COMO RITUAL
El vino era en la mesa una liturgia,
una casi oración, cuando a los labios
del abuelo llegaba en las comidas;
sobre todo en aquellos corros grandes,
los de matanza o recogidas, cuando,
celebración de toda la familia,
se armonizaba un sueño de unidad.
La botella a su lado, dispondría
el momento oportuno en que la rueda
habría de iniciarse. Comenzaba
con él, y la pasaba a su derecha.
Lenta, daba la vuelta y a él volvía,
excluyendo en la entrega a los pequeños,
agua para su sed y su garganta.
Nunca había temor ni desagrado
que de un labio a otro labio se pasara
la botella, tan solo con un gesto
de higiene, que la propia mano hacía
sobre la embocadura del cristal,
cuando llegaba el turno a cada quien.
¿Cómo pensar en semejante escrúpulo
cuando el más íntimo horizonte era
el sano corro en torno de la mesa,
luz familiar de las cucharas todas?
Era como un conjunto; éramos, todos,
un apretado núcleo, un círculo
donde el amor, el sueño y la amargura
combinaban los odres de aquel mundo
crecido en la llanura de la tierra
que simboliza el tiempo con el trago
natural y añorante, aquel beso
libal en la ternura cristalina
de una limpia botella que de mano
en mano transmitía su concierto
en la fiesta de tono familiar,
en el corro de una sana comida
donde el vino era un rito casi bíblico
administrado a manos del abuelo.
PRIMEROS PASOS
He despertado pronto, pronto,
al tiempo casi de la alondra,
cuando la calle es toda obrera
y olor silvestre hay en las horas.
Mis pasos, lentos, buscan algo,
quieren hallar alguna cosa,
y va aquí, en mi lado izquierdo,
grabando el alma de las sombras.
Me sabe a triste la alborada;
un gusto casi negro toma
mi paladar. Cansadamente
ando; no sé que tengo. Formas
extrañas siento en mi cerebro;
algo de ayer, pero que ahora
me duele dentramente todo...
Humano crece el río. Toda
su pobre/gran corriente corre
por la pendiente de las horas;
el mar del tajo lo reclama
y en él, silente, desemboca:
Mar del taller, mar de oficina,
mar del comercio, mar de la obra...
He despertado pronto. Voy
cansadamente con mis cosas.
El río, humilde, pasa.
Siento
mi ayer gustándolo en la boca
y voy aquí –en mi lado izquierdo-
guardando el agrio de sus notas.
SONETO VESPERTINO EN LA YEDRA
Refleja el sol su luz desde la altura
y es más de plata el río, más brillante.
Se hace La Yedra aquí y en este instante
un fanal de armoniosa singladura.
Tremola, reverbera en su hermosura
de linfática piel la impresionante
mole de la montaña que, arrogante,
se baña en el cristal de su tersura.
Viaja la tarde a lomos del bisonte
que culmina la Sierra de la Umbría.
Se recorta en su marco el horizonte.
Horaciana y bucólica armonía
para un concierto de agua que en el monte
La Tabla estrena en el perfil del día.
Piedrabuena, 18- 5- 2000.
HOY ES EL CORAZÓN
Nos regresó el cariño a nuestras cosas;
siempre nos trajo el corazón
a las cosas más nuestras,
aquellas que tuvimos cogidas al origen,
como si fueran océanos del alma.
Nunca, aquí, mandó el cerebro.
Lo que ignoro es su fin o consecuencias.
Porque ¿qué se yo, qué sabemos nadie,
en tanto que las cosas no suceden,
dónde vamos a hallar su lado positivo
o si lo negativo, algún momento,
llegará a golpearnos como un látigo?
Hoy es el corazón, hoy necesito
hermanarme con las cosas; por eso
vuelvo a beber de vuestro vino
peleón y puro, áspero en algunas
ocasiones, cogido a la raíz,
como se acoge el árbol
a la entraña materna de la tierra,
porque es más su pureza. Vence siempre,
en todas y cualquier balanza.
La calle, el viento éste que llega
por las calles y nos refresca el alma
bien merece la pena que dejemos
gozar al corazón en su disfrute.
Dejadme que la sístole me venza,
que la diástole licencie mi palabra;
que no es este un mal hábito, no es
para rasgar las vestiduras y llorar
como se llora al muerto más querido.
Hoy nazco, hoy nacemos, impolutos,
en lo que fue barbecho bien cuidado;
dejadme, pues, crecer en el dominio
de un corazón que clama en los orígenes
como si al Génesis volviera, como
si, de nuevo en el Limbo, mantuviéramos
la esperanza primera del Edén
y el Humano latido de los hombres.
SOLEDAD
Porque me duele el aire algunas veces
me quedo en el rincón más escondido
de mi clima mortal, de mi aislamiento.
Soledad soy, y soy huraño miedo,
único y solo, cauce sin desvío
de un proceso de luz hacia un confuso
rumor de tempestades y de luchas.
Me deprimen los ábregos y el trueno,
la voz cuando ésta irrumpe, deshumana,
sobre el asfalto terso de la calle.
Quisiera no pensar. Me gustaría,
entonces, ser la piedra o la materia
muerta, amorfo barro, descompuestas
moléculas de un nada incomprensible.
Puerta sin luz, bastión para la pena
en donde el viento se estrellara.
Tomo
el quehacer de la rosa y de la espiga;
imagino la nube envenenando
el porvenir del sueño y la alborada,
y el hombre se me escurre entre las manos
como un agua de paso y sin provecho.
Es el asma que empaña los pulmones,
el ahogo que oprime la garganta
y descompone el ritmo del latido:
Es la guerra del ser, la sinrazón
de perdernos un poco cada instante
en el ser o no ser de la esperanza.
ÁNGEL DE NEGRA TÚNICA
Porque llegaste del fragor de un beso
y la eclosión de una esperanza;
porque la luz buscó la fortaleza
en el seno/matriz de los caudales,
producto del amor, junta las manos
y pide que la noche se disgregue.
Pirámide del miedo, hacia la altura
destierra la conquista, alas vierte
sobre el acantilado de tu hundida memoria
mientras tu abatimiento o tu esperanza crecen,
mientras la alquimia muerde o acicata
tu inconsciencia de nubes y amapolas.
Arrebol de las sombras, el destello
condicionante impulsa, olvida
la distancia del mar y de los vientos,
ángel de negra túnica, caimán
que muerde la contienda de las horas,
abre las dimensiones de tus surcos
y semilla la estirpe de tus sueños.
Nicolás del Hierro
Todos os Direitos Autorais Reservados ao Autor
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